Recuerda aquel día que saltó a sus brazos al verle salir del vagón y le besó como si no hubiese nadie más a quien amar. Añora el momento cuando, sin esperarlo, le tomó en sus brazos y le robó los labios. Rememora sonrisas risueñas al escucharle susurrar que por ella se dejaría matar.
Evoca lágrimas y llantos cuando se despidió de él y mucho después también. Trae a su memoria todas las veces que maldijo el día que le conoció. Hace presente su ira visceral gritando con saña que no quería volver a verle nunca más.
Y se acuerda de haberlo negado cien veces antes de devolverle las llaves de su dañado corazón.
Entonces, aparta la vista de sus ojos y mira sus labios sin poder resistir el impulso de besarlos con deseo de ardor. Sin ser hedonistas, solo prudentes de la emoción.
Sepultureros del recuerdo, amantes del presente, aventureros del porvenir.
Mar Fresno