me hiela las venas
y una familia de esquimales
duerme bajo una cueva.
Al sur se escucha una música
de saltos y risas
mientras las madres sufren
por rellenar tripas.
Al oeste me llaman
para que acuda a la fiesta
de los que comen sin ganas
y alimentan guerras.
Al este una sonrisa tan grande
que no parece sincera
construye un templo enorme
pero trabaja en la acera.
Y yo, pobre de mí,
que estoy en el centro,
y todo gira en torno
a mi maldito ego.
Mar Fresno