Él esperaba todas las noches a que ella estuviese dormida para asegurarse de que soñaría con él. Por la mañana, ella se despertaba antes, se vestía y le despertaba quejándose de que era un dormilón y él sonreía. Desayunaban juntos, él despeinado y ella maquillada.
Decían que era una historia de amor, como cualquier otra. No sé por qué lo decían, pero era mentira. Eran almas gemelas. Tenían mil aventuras que vivir y tenían que empezarlas cuanto antes.
Ella a veces se sentía insegura a su lado y él hacía todo lo posible para demostrar que nunca dejaría de quererla. Rompió todas sus viejas cartas de amor y le aseguró que era la mujer de sus sueños. Le regaló todas sus camisetas viejas y no le robó ningún beso, todos los tomaba prestados.
No compartían cafés, compartían helados, para reírse como si fuesen dos niños pequeños. Ella nunca quiso admitirlo, pero estaba tan enamorada que sabía que si un día se marchaba de su vida, no sería capaz de amar a nadie nunca más.
"Dos rojas lenguas de fuegoque a un mismo tronco enlazadas
se aproximan, y, al besarse,
forman una sola llama."
Mar Fresno
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