Te dibujo una sonrisa con los dedos y, como magia, sonríes.
A veces nada tiene sentido. Algunas veces amas, porque solo necesitas eso, nada más: volar sin miedo a caer, amar.
Mirar unos ojos verdes que brillan como las farolas de aquella noche en la que decidí ser para hacerle sonreír. Para hacerle sonreír siempre. Esas farolas que nos resguardaban del frío y nos acompañarían en nuestras aventuras. Esas que miro traspasando su piel, hasta sus entrañas, de donde no pienso salir nunca. Esas que me ven a mí, a mí y a nadie más.
Los besos que no me das se acumulan, te esperan impacientes porque saben de tu defectuosa puntualidad.
Y de lo que viva doy todo lo que no sea contigo, lo doy todo por morir a tu lado. Acurrucada en tu costado, bajo tu brazo, jóvenes y soñadores. Dejemos este mundo tan rápido y tan vacío y vivamos entre colores y olores. Perdámonos juntos bajo la lentitud de nuestros sueños.
Mar Fresno
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