son tus dedos con los míos
que me acarician lentamente
provocando escalofríos.
El aroma del silencio
es tu aliento en mi pecho
cerrando mis ojos,
inundando nuestro lecho.
El sabor de las tinieblas
son tus labios anhelantes
que me aprietan suavemente
haciendo horas, instantes.
El tacto de las sombras
lo hallo en tus pupilas
que me miran vehementes
y a la vez, tranquilas.
Así, el paisaje de la noche
que soñamos despiertos
enlaza nuestras almas,
liberando nuestros cuerpos.
Mar Fresno y Víctor Morales