domingo, 27 de abril de 2014

Querida Mar:

Hoy, como cada día, te escribo para recordar que el tiempo sigue pasando a mí alrededor. 
¿Sabes? Sigo siendo incapaz de percatarme del minúsculo movimiento de las manecillas de mi roído y desgastado reloj. Para mi asombro todo sigue adelante, dejando incorruptible tu recuerdo, el cual, entre hojas marchitas y vasos vacíos revivo cada atardecer de este Octubre que se me antoja eterno, envuelto en su lúgubre promesa de un mañana mejor, que nunca llega y me deja velándote cada anochecer, rodeado de las frías sombras de aquellos que no conocen la desdicha de perderte. 
Te escribo desde el café de la avenida 31, aquel en el que tantas tardes pasábamos entre risas y llantos, aquí parece que nada haya cambiado desde tu marcha; el aroma a café recién molido sigue envolviendo cada pequeño detalle, no me sorprende comprobar cómo la gente pasa cada día sin fijarse en esa silla vacía al fondo de la sala, delante de mí, en la que cada día busco tu risa para aliviar el estrés que me provoca tu ausencia. 

Desde tu marcha he descubierto que la soledad es una caprichosa amante, tan pronto me parece un gran desierto de cemento como se convierte en un pájaro capaz de hacer volar mi mente más allá de los limites de estas cuatro paredes que me atan a la realidad de la rutina. He aprendido que el silencio quema cada sueño, que la música alivia y que, a medida que escribo, me voy sintiendo más vacío. Mi alma se va quedando, letra a letra, en cada frase, estoy convencido de que es por la sencilla razón de que desea irse contigo a recorrer el mundo.

Cada día miro tus fotos y, mientras disfruto de un capuchino caliente, trazo cada una de tus sonrisas con la yema de mis dedos, descubriendo un matiz diferente. Tal vez sea culpa del café pero dedico ese tiempo a recordar cómo era tu sonrisa después de cada beso…

El chico de los Globos


Querido desconocido:

Te escribo desde lo más alto de mi mente, me deslizo entre los garabatos y me tiembla la mano al escribir. Nunca quise que te fueras. 
Aquí dentro los relojes lloran al ver pasar el tiempo, al ver que nadie lo para. Se derriten, como en nuestro cuadro favorito de Dalí. Cuando estabas tú, se detenían en cada beso y en cada palabra. Quieren que vuelvas a llenar mi mente y vaciarla, como hacías siempre. 

He cambiado desde que te fuiste, te quería llevar conmigo, pero no caben tus recuerdos y me he adaptado a ti. Visto tus camisas y escucho esas canciones que tanto te gustaban. Te pierdo cada vez que te pienso, por eso dejé de hacerlo.
Estás en cada palabra que escribo y en cada una de mis miradas. Te busco entre mis sueños con desespero, echando atrás cada objeto que pueda estar escondiéndote. Te busco pero solo me encuentro a mí, convertida en ti. No hago más que soñar.

Cuando te marchaste descubrí la maldad de la oscuridad. Antes la compartíamos y la cubríamos de luz, ahora se sujeta a mí y me obliga a llorar tu ausencia. Las tinieblas me abrazan susurrando tu nombre, te necesito.
Ojalá vuelvas a hacerme sonreír, deseo oír tu voz una vez más, una última vez. Pero que no termine nunca. Ven conmigo, aquí, donde el tiempo es eterno. Respira mi aire, camina mis suelos, recorramos juntos el mundo entero. Desde la silla del fondo de la sala hasta lo más hondo de nuestras almas.
Te espero detrás de nuestro primer beso. Date prisa.

Mar 

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