Para mí no son un reto las faltas de ortografía, las he atrapado todas. Cuando era más pequeña, cuando escribía "haber" sin hache y con uve, ahí sí estaba bastante perdida. Saber cómo se escriben las palabras es digno de admiración.
Cada vez que me enfrento cara a cara con una palabra nueva, una palabra que no sé cómo se escribe, eso sí que es tortura. Hacia mí no, hacia la palabra. Se ve transformada y transformada mientras me dice a gritos cómo es. Yo no la escucho, aún no consigo comunicarme con las palabras, pero lo conseguiré. Escribiré una palabra y ella me dará las gracias, por darle una vida más. Creamos más palabras de las que destruimos, realmente somos los dioses de las palabras. Las dominamos, son nuestras y podemos hacer lo que queramos con ellas, nos deben su vida. La diferencia es que ellas nos hablan a nosotros, y nosotros no nos enteramos.
Algunos genios sí se enteran cuando las palabras chillan, cuando exigen un cambio. Cuando están hartas de que las escriban mal y quieren cambiar solo para ser bien escritas siempre. Son unas lloricas. Entonces les dan permiso para que cambien, y cambian.
Nosotros seguimos queriendo huelga, no podemos encaprichar a las palabras. Al final la envidia hará que cambien todas. Aún faltan miembros para llevar a cabo una buena manifestación, quedan muchas plazas libres, ¡Ánimo!
Mar Fresno
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