Recuerdo cuando me mordía la mejilla a traición, yo siempre me quejaba, pero me encantaba. A veces, cuando cogíamos caminos opuestos, se daba la vuelta y con una sonrisa me lanzaba un beso. Todavía guardo esos besos.
Buscábamos sitios juntos donde nadie pudiese encontrarnos y nos tumbábamos, simplemente disfrutando, sin complejos ni temores. Nos hacíamos preguntas hasta quedarnos sin ideas y me llamaba tonta por no llamarme amor.
Se reía de mí porque corría al cruzar la carretera y yo me reía de él porque le cambiaba la voz cuando fumaba. Me callaba con un beso cuando se ponía el semáforo en rojo y luego me pedía perdón. Salíamos a cenar por las noches y discutíamos por quién pagaría. Lo hacíamos todo juntos.
Estaba perdidamente enamorada y él, bueno, él de mí también, estoy segura.
Mar Fresno
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