Fue como un suspiro atrapado por el viento, un suspiro que quiere volver al calor de donde viene y mira atrás forzando las cejas y tragándose sus propias lágrimas. Así de rápido, así de fácil.
Porque cuando quieres a alguien, solo quieres que sea feliz, y si su felicidad se encuentra lejos de ti no hay más que hablar. Y yo esperé, esperé porque aún no me lo creía. No recuerdo un solo día en el que haya derramado más lágrimas, pero al final acabé por aceptarlo.
Una promesa sin cumplir, la misma para los dos y tal vez más grave al contrario. Aceptarlo sin más para evitar excusas. Sentí rabia y a la vez entendimiento, empezar flojo para acabar con todo y volar y disfrutar. Vivir, bailar, reír, gozar. Tal vez todo tenga un comienzo en la tragedia, aunque siendo sincera no tengo mucha fe en eso todavía.
Acabar sin entender ni una palabra, con mil piezas que no encajan. Cantar, crecer, tropezar y levantar, sin encariñarse y mucho menos depender de nada ni de nadie.
Mar Fresno
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